La palabra california viene del latín callida fornax, que se traduce como horno caliente.
Los nativos de California, para hacer honor a su tierra natal, deberían ser como Norma Jean Mortenson Baker. No se me ocurre el nombre de una mujer que represente de modo más caliente la cultura del Siglo XX que Norma Jean, más conocida como Marilyn.
Marilyn Monroe nació en California el 1° de junio de 1926. Se casó a los 16 años, para escapar de la soledad, con James Dougherty, un joven escritor de 21 años que terminó convirtiéndose en Marine y en Veterano de la Segunda Guerra Mundial.
Ella, abandonada por la guerra, ya sabemos cómo transformó su vida. De ama de casa a modelo barata de calendario. De modelo a actriz. De actriz a estrella. De estrella a mito.
Ya famosa en Hollywood, se casó otra vez. Él era más famoso que ella. Joe DiMaggio era el chico dorado del beisbol americano, y se había enamorado de esa rubia mimada del cine.
El matrimonio no prosperó. Él, muy italiano, no soportó la presión de ser el marido de un ícono sexual. La escena de la falda blanca al vuelo exponiendo las piernas de Monroe fue un punto de inflexión. Y la pareja terminó.
Ella seguía sumando popularidad. Película tras película construía la imagen que la sobreviviría: rubia sexy y bastante desinhibida.
Figura curvilínea y mirada seductora, voz profunda y armónica. Marilyn Monroe era, un poco, propiedad de todos.
La historia oficial termina con su unión con un segundo escritor, mucho más célebre que el anterior. Arthur Miller fue su tercer marido. Marido de un matrimonio que también terminó.
La otra historia también la conocemos. Norma Jean fue una chica que trabajó para el Clan Sinatra. Se movió en ambientes muy calientes, que la quemaron de manera pública. Llegó a la casa más famosa del mundo, por una puerta lateral. Se convirtió en amante de Bob y de Jack. Esa rubia sexy, envuelta en un vestido brillante y semitransparente cantó el «Feliz Cumpleaños» más célebre para el presidente Kennedy, Jack Kennedy. Jack… el hermano de Bob.
Hay rumores… Se habla de una canción… My heart belongs to Daddy. Se dice que estaba dedicada. Para otro… Un señor muy importante y dueño de enormes secretos. Un petrolero que, en unos años iba a ser el Jefe en Langley y, después, presidente de «The United States».
Hay sitios en que las chicas bellas que actúan, bailan y cantan bien son estrellas. Estrellas que, como todos los soles, se queman.
A Marilyn la encontraron, lo sabemos también, sola, drogada y muerta. Asesinada, pensamos. A ese sol lo apagaron. Pero su recuerdo sigue cantando.
Que la bella imagen de Marilyn nos ilumine y sepamos que es mejor no meterse a jugar con el poder.
En definitiva, ser anónima y feliz es mucho mejor elección que convertirse en un mito solitario, bello, pero tremendamente usado y maltratado.
El 5 de agosto de 1962 el mundo amaneció con una noticia: Marilyn Monroe había dejado de sufrir.
Hoy, en su homenaje, voy a escuchar su CD. Porque, Norma Jean, como Gardel, sigue cantando. Y lo hace muy bien.

































