¿Te acordás cuando ponías las manos en los bolsillos del delantal y te zambullías en un mar de pelusas, migajas y algún papelito pegoteado, producto tal vez de haberlo metido al lavarropas junto con la prenda?
El guardapolvo siempre fue eso: una prenda mediadora entre la suciedad y una remera nueva, o un pantalón comprado para el primer día de clases. Pero detrás de eso, este símbolo escolar guardaba múltiples significados que hoy, a raíz de la necesidad de las clases virtuales, salen a la luz.
La escuela es un espacio de intercambio desde hace largo rato. Si pensamos en los primeros pasos del trabajo cooperativo como parte del proceso, debemos remontarnos al siglo XVI, aunque es recién a partir de la década del ’90 cuando se pone en juego lo teorizado por pedagogos como Piaget o Vygotsky, quienes afirmaban y desarrollaban la idea de lo grupal como base fundante del desarrollo cognitivo.

El polvo en la escuela –así como en la vida- es sinónimo de movimiento, de trabajo, de estar en constante cambio. Hoy, en momentos de clases virtuales, ya poco es el polvo que se levanta. Cada niño en su casa, sentado frente a un dispositivo, forma parte de un entramado en el que el aprendizaje se volvió inamovible.
Miles de videos interactivos, juegos online y offline, actividades rimbombantes y presentaciones multimedia acompañan cada una de las planificaciones docentes para lograr garantizar la continuidad pedagógica de aquellos jóvenes en edad escolar. Y se logra, claro está. Sin embargo, hay un factor que pierde conquista: el aprendizaje a través del movimiento y del intercambio.
Estudiar en pijama puede ser cómodo, pero es importante tener en cuenta que el colocarse un guardapolvo implica, en gran medida, la preparación para moverse, la disponibilidad de ensuciarse y la confianza de que, mientras en los bolsillos haya pelusa, la jornada fue emocionante y enriquecedora.
Las clases hoy cuentan con una modalidad doble: algunas veces de forma virtual, otras en la escuela. Potenciar aquellos momentos presenciales será entonces fundamental para mantener la mirada de un aprendizaje colaborativo. Al llegar los chicos a casa, recordemos mirar esa prenda y festejar otro día conquistado por las pelusas y la educación.

































