Mi lista para cuando pase todo esto es tan grande y variada que seguramente empiece a darle de baja a varios encuentros. Proyectar cuando parece que falta una eternidad es una de mis pasiones. El problema se da cuando la fecha se acerca y mi arrepentimiento crece.
Me pregunto si será que no quiero hacer realidad mis metas por una cuestión de comodidad o simplemente es miedo. Sea cual fuera la respuesta, el resultado es quedarme en donde estoy, disfrutar de la comodidad de no arriesgar.
Todas parecen buenas ideas hasta que se aproxima su concreción. Ahí dudo de todo y trato de buscar el lado negativo de cada cosa. Un análisis minucioso de cada detalle hasta encontrar el error.
La idea es empezar a cambiar -o a intentar al menos- lo que está en nuestro poder. Basta de quejarnos de todo. A veces es necesario actuar y poner algo de nosotros. No es justo dejar todo en manos de la suerte, el universo o lo que sea que creamos. Hay cosas que sabemos que no nos gustan y si analizamos la situación nos vamos a dar cuenta de que la solución está dentro nuestro. En eso estoy.
Siempre me consideré segura en cada uno de mis movimientos. Recién en estos días pude darme cuenta de que el miedo no me era tan ajeno como pensaba. De golpe una persona segura y con gran fortaleza interior supo ver que mucho de sus asuntos pendientes estaban ligados justamente al miedo. En esta introspección me enfrenté con ello y yo, que suelo dejar todo para más adelante, decidí aceptar el desafío de cambiar algo que me cansé de atribuirle a la suerte y hacerlo propio.

































