Mi lista para cuando pase todo esto es tan grande y variada que seguramente empiece a darle de baja a varios encuentros. Proyectar cuando parece que falta una eternidad es una de mis pasiones. El problema se da cuando la fecha se acerca y mi arrepentimiento crece.
Me pregunto si será que no quiero hacer realidad mis metas por una cuestión de comodidad o simplemente es miedo. Sea cual fuera la respuesta, el resultado es quedarme en donde estoy, disfrutar de la comodidad de no arriesgar.
Todas parecen buenas ideas hasta que se aproxima su concreción. Ahí dudo de todo y trato de buscar el lado negativo de cada cosa. Un análisis minucioso de cada detalle hasta encontrar el error.
La idea es empezar a cambiar -o a intentar al menos- lo que está en nuestro poder. Basta de quejarnos de todo. A veces es necesario actuar y poner algo de nosotros. No es justo dejar todo en manos de la suerte, el universo o lo que sea que creamos. Hay cosas que sabemos que no nos gustan y si analizamos la situación nos vamos a dar cuenta de que la solución está dentro nuestro. En eso estoy.
Siempre me consideré segura en cada uno de mis movimientos. Recién en estos días pude darme cuenta de que el miedo no me era tan ajeno como pensaba. De golpe una persona segura y con gran fortaleza interior supo ver que mucho de sus asuntos pendientes estaban ligados justamente al miedo. En esta introspección me enfrenté con ello y yo, que suelo dejar todo para más adelante, decidí aceptar el desafío de cambiar algo que me cansé de atribuirle a la suerte y hacerlo propio.
¿Miedo al amor? ¿Miedo a una relación estable? ¿Miedo a decir lo que sentimos? ¿Miedo a los cambios? ¿Miedo a las decisiones? Todo eso. Pero en este confinamiento obligado decidí trabajar en ello y casi creería que lo estoy logrando. El problema son las decisiones y el poder que yo misma deposito en ellas. Basándome en que toda decisión de hoy forjará el mañana, lleva a hacerme dudar de cada mínimo movimiento. Cuando decidí aceptar y enfrentarme a ese miedo descubrí que las decisiones, si bien tienen muchas veces gran poder, pueden ir transformándose con el tiempo. ¿Por qué todo es tan definitivo? ¿Una relación debe ser pensada para toda la vida? Con los años vamos cambiando desde nuestro aspecto físico hasta muchas de nuestras costumbres. A esta altura, ya sabemos que nada es eterno. Entonces, si hay algo que hoy nos hace felices porqué no abrazarlo, aunque sea por un año, un mes o el tiempo que nos provoque esa sensación.
Analizar nuestro interior debería ser tan o más importante que el tiempo que le dedicamos a nuestro aspecto físico. Por eso, para dejar de temer a lo desconocido es necesario acercarnos y reconocerlo.
En esta etapa que llamaría de egoísmo decido preservarme y pensar en mí, aunque no sea a largo plazo. Lo que deseo hoy, siempre intentando no lastimar al otro. Sin embargo, a veces es necesario soltar algunas amarras y empezar a sentirse más livianos. Decir que no y elegir lo que nos hace bien es fundamental. ¿A cuántas personas estamos sosteniendo por lástima? Si fuéramos sinceros con nosotros y con ellos comprenderíamos que si supieran esta realidad, seguramente decidirían hacerse a un lado. Por lástima, temor o confort sostenemos una vida que no es la que deseamos hoy. Por consecuencia, seguimos planificando conscientemente un futuro gris.
Y para no seguir con la contradicción, aunque siento que tenemos que vivir por hoy sin pensar más allá, con nuestras actitudes y acatamiento estamos empeorando todo a nuestro paso.
Si hoy queremos tener una relación ocasional, seamos libres de hacerlo y si en cambio, necesitamos más un abrazo que sexo casual enfoquémonos en eso sin culpas, con la certeza de que vamos a elegir lo que HOY nos hace felices. El tiempo después nos va a ayudar a ir construyendo nuestro camino.
En este momento en el que no somos libres físicamente es cuando debemos hacer aflorar la libertad interior. No podemos estar encerrados y con nuestra mente también atrapada. Eso sí que lo podemos manejar nosotros. Tenemos ese poder y a veces no nos damos cuenta. Basta de miedo, elijo la libertad.
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