Abrí mi mochila y me dispuse a mirar la carga. Comencé a extraer los libros que un amigo, ex compañero de facultad, me acababa de regalar
En su gran mayoría, mis nuevos libros eran textos de estudio sobre Marketing, Comunicación Política y Publicidad. Pero, entre ellos, los que más me entusiasmaban eran unos cuantos tomos de la Enciclopedia Clarín de la Historieta: Batman, El Zorro, Dick Tracy, El Loco Chávez, El Eternauta II y Viaje a Tulum.
Viaje a Tulum era el único que desconocía. «De Milo Manara», decía la tapa. El libro estaba nuevo. Mi amigo lo había comprado y ni siquiera lo había abierto. Todavía, incluso, tenía el plástico de sellado puesto. «Evidentemente, lo compró en su momento sólo para completar la colección», pensé. Mi curiosidad fue más fuerte que la suya, y rompí el plástico para empezar a leer.
Encontrar contenido de altísimo tenor erótico, cuando estabas esperando una historieta más, es una sorpresa que no es fácil de olvidar. Abrir Viaje a Tulum fue como hacer estallar una bomba.
«¡Este pibe no sabe lo que acaba de perder!», me reía, en silencio, pensando en mi compañero.
El ejemplar no sólo traía Viaje a Tulum. Incluía otras historias gráficas. Todas eran detalladamente eróticas. Mujeres monumentales, casi totalmente desnudas, protagonizaban cada cuadro de los relatos.
Yo pasaba las páginas, hipnotizada. Ese erotismo era innegablemente una obra de arte, absolutamente movilizante.
«Si a mí, que me gustan los hombres, me pasa que no puedo dejar de mirar la obra de Manara, a los varones heterosexuales esto se les debe convertir, super fácil, en un fetiche, una adición», seguía pensando, sintiendo pena por el varón que, sin saber lo que era, me lo regaló.
Después, obviamente, usé Google y me puse a investigar. Milo Manara es un grande de verdad del erotismo ilustrado, a nivel mundial.
Tiene distintos niveles de imágenes. Unas son más amigables para públicos sensibles frente a ciertas prácticas sexuales. Sin embargo, todas las obras son hermosas. Desnudos en arte realista en las páginas de revistas de historietas. También ilustró calendarios y avisos publicitarios. Con más o menos ropa, más o menos sexo, las mujeres protagonizan todo Manara con su sensualidad y belleza.
Los tiempos cambiaron.
Hoy, obras como las de Milo, pueden ser canceladas o censuradas en estos tiempos de intolerancia mediática.
Manara se reinventó. En sus redes ya no comparte tantas mujeres desnudas. Ahora las dibuja vestidas, trabajando en actividades cotidianas, con barbijo, en reconocimiento a las mujeres que se exponen en tiempos de pandemia. Sin embargo, Manara cambia pero no claudica. Sus mujeres en mameluco, en batas médicas, o en uniforme de cajera de supermercado, son bellísimas, sensuales, sexys, y están empoderadas.
Manara entendió todo: las mujeres son bellas, desnudas y vestidas. Son sexys en una cama o detrás de un mostrador de almacén. En ropa interior, en batón, ofreciendo una copa de vino o conduciendo un camión. La sensualidad no tiene porqué tener nada que ver con la desnudez. Y la desnudez no tiene porqué ser una grosería. Todo depende de cómo se exponga, de qué se proponga.
Mirando las obras de Manara termino por concluír en que la Belleza no tiene género, del mismo modo en que el Amor no tiene edad.
Pero ese es otro tema, que en otro momento voy a desarrollar.