El latín es una lengua madre. De él descienden varios idiomas ampliamente conocidos: castellano, catalán, italiano, francés… Sólo por nombrar un puñado.
Cuando nos ponemos a estudiar otros idiomas latinos, suele sucedernos que encontramos muy rápido términos parecidísimos, pero levemente diferentes, que significan lo mismo, o algo muy similar en otro lenguaje que ya estudiamos. Parecido, pero distinto, como un par de primos. Reconocer esas similitudes hace más rápida la asociación de términos a determinados conceptos y, por eso, aprender un idioma es más complejo que aprender tres. El cerebro se habitúa a la gimnasia lingüística, y alcanza las metas de modo más veloz del que recién comienza.
Cuando estudiamos Semiótica (o Semiología, como prefieran llamar a la ciencia que estudia la vida del signo en el seno de la vida social… ¡Lo siento! No pude evitar escribir la definición que aprendí en la facultad), comprendemos que todo lo que nos rodea es un conjunto caótico de signos. Los signos comunican. Todo es un signo. ¡Todo comunica! El desorden conduce al ruido interpretativo. Entonces convertimos los signos en símbolos. Y van naciendo sistemas de códigos. Explícitos y herméticos.
El latín es una lengua madre. De él descienden varios idiomas ampliamente conocidos: castellano, catalán, italiano, francés… Sólo por nombrar un puñado.
Cuando nos ponemos a estudiar otros idiomas latinos, suele sucedernos que encontramos muy rápido términos parecidísimos, pero levemente diferentes, que significan lo mismo, o algo muy similar en otro lenguaje que ya estudiamos. Parecido, pero distinto, como un par de primos. Reconocer esas similitudes hace más rápida la asociación de términos a determinados conceptos y, por eso, aprender un idioma es más complejo que aprender tres. El cerebro se habitúa a la gimnasia lingüística, y alcanza las metas de modo más veloz del que recién comienza.
Mi profesor de Semiótica fue quien me recomendó, por primera vez, que leyera a Arthur Conan Doyle. «No es cuestión de adivinación. Es cuestión de observación, de poder relacionar. Y de llegar a una conclusión», decía desde la cátedra en la Universidad del Salvador. Claro que, y esto lo añado yo, para relacionar algo con otra cosa hay que tener información archivada en la memoria. Y para archivar hay que tenerla. Y para tener información hay que salir a buscarla. En libros es lo más obvio. En canciones, revistas de moda, dibujos animados, películas, historietas, carteles publicitarios, charlas de programas de espectáculos. En juegos de mesa. En horóscopos. En los códigos adivinatorios.
El Tarot es una lengua madre de orígen difuso. Algunos estudiosos dicen que su nacimiento está en el Antiguo Egipto, que la baraja es una adaptación del Jeroglífico. Tal vez incorpore algo del Hierático. Otros, en cambio, sostienen que su cuna es italiana. El mazo de Tarot más antiguo que aún se guarda en un museo, como objeto de arte, es del norte de Italia. Pero, a ciencia cierta, no hay fuentes concluyentes que definan cuál es el inicio de este juego de mesa.
Sí, el Tarot es un juego de mesa del que se perdieron las reglas.
El juego Tarot, de orígen desconocido y reglas perdidas, en algún momento de comienzos del Renacimiento fue prohibido. Es que esa baraja que se iba convirtiendo en objeto de arte y de colección dio paso a un juego de adivinación. Y a constituir un código utilizado para transmitir mensajes políticos, sediciosos, en clave delante de todos en las reuniones de salón.
El Tarot, como lengua madre perseguida, comenzó a generar nuevos lenguajes como variantes, para pasar desapercibido, para evitar la desaparición. Entonces surgieron las más diversas barajas, todas parecidas pero diferentes: Marsellés, Le Normand, de Mitelli, Gringonneur, Mantegna, Visconti-Sforza, Rider Wait… Me detengo acá. La lista de lenguajes adivinatorios derivados del Código Tarot es mucho más amplia. Quería, solamente, señalarla. Sumen las variantes de estética egipcia y notarán que el número de mazos es incontable.
Las cartas de Tarot incluyeron también signos cabalísticos y numerológicos. Sumaron, a su vez, conocimientos de Psicología del Color. Referencias históricas en la representación de las familias reales. Datos religiosos que aparecen como, por ejemplo, los cuatro evangelistas. Por supuesto, también allí, en las cartas, hay información astrológica y planetaria. Dioses griegos y romanos… Un buen mazo de Tarot es un libro multitemático que deja rastros de la evolución de la humanidad.
Pero claro, para ver en el Tarot todo eso primero hay que estudiar. Por aquello que dije ya: para asociar y comparar hay que tener elementos para poder analizar. Y, para eso, hay que realizar mucho trabajo intelectual.
La mejor jugada de los Herméticos fue desprestigiar el juego de la baraja. Convertirlo en un juego de apuestas. Transformarlo en herramienta de engaño en manos de estafadores que juegan a decir «la Buena Fortuna» sin haber leído jamás nada, sin haber estudiado en los Círculos adecuados, ni por aproximación.
Cuando el Tarot se convirtió en la denominación de un grupo de estafadores de ferias ambulantes, los intelectuales dejaron de observarlo. Ese fue el momento esperado: es cuando un código se vuelve confuso para el vulgo que se lo puede usar en cualquier lugar y sólo los que saben van a comprender el mensaje que en verdad se quiere dar.
Los Arcanos aparecen en TV, en el Cine, en la industria musical, en historietas, en Arte, en Publicidad. De manera explícita, por tanto invisible porque nadie sospecha.
Y entonces, lo ponen en la tapa de The Economist. Donde todos los pueden mirar. Algunos, los verán.
La humanidad es compleja. De su complejidad surge la necesidad de comunicarse, de modo secreto, gritando a los cuatro vientos. Algunos, iniciados en la interpretación de códigos herméticos, pueden reconocer un patrón lógico en medio de tanto ruido planificado. No estoy hablando de paranoia. Estoy hablando de ser, o no ser, un buen semiólogo. Curioso, intelectualmente sólido, con mente flexible y adicto a descifrar mensajes encriptados.
Este sitio utiliza cookies. Al utilizar este sitio estas dando tu consentimiento a las cookies que se utilizan. Vea nuestra Política de Privacidad y las Políticas de Cookie. Estoy de acuerdo