«El sexo es una de las nueve razones para la reencarnación…las otras ocho no son importantes», Henry Miller
¿Por qué a las mujeres, en general, nos cuesta expresarnos sexualmente? Si bien, parecería que con el paso del tiempo, la libertad también logró cierta soltura en muchos aspectos, el sexo nunca pudo librarse del todo de las ataduras que definen si una mujer es una dama o una puta.
Sin embargo, mi caso es muy diferente a otros. Aprendí a disfrutar de mi libertad sexual y, cuando conocí que existía un mundo maravilloso, que antes había estado destinado prácticamente sólo a los hombres, me generó hasta culpa. Pero culpa por no haber cambiado mi vida mucho antes. Trabajo, tengo amigos, tomo sol, duermo pero disfruto del sexo y amo que eso suceda.
Increíblemente, durante la pandemia, cuando estuvimos tan encerrados que la vida parecía vacía y me proponía leer libros de autores célebres para pasar el rato (creyendo que se trataría de unos pocos meses) algo cambió para siempre. Tuve unos cuantos encuentros con una persona que, a la distancia, creo que me cambiaron mucho la vida. Nuestros encuentros eran difíciles, casi imposibles. No se podía ni siquiera salir a la calle a pasear a una mascota. Pero en toda tragedia, incluso en las peores, siempre hay una luz que está allí esperando que uno la tome o la deje ir. Vivíamos en el mismo barrio, a unas pocas cuadras. Todo lo ideal para que el confinamiento no fuera tan terrible.
En esos meses aprendí que el sexo puede cambiar una vida. Nuestros encuentros –como toda situación prohibida para el mundo- se llevaban a cabo en el asiento trasero de un auto. Si, incomodo, difícil pero intenso. Incluso hasta lo recomiendo a modo de terapia. Aprendí más allí que en toda mi vida. La falta de tiempo, el miedo a saber que estábamos en la calle, la magia del momento, la prohibición, o quien sabe qué, me hizo sentir que cada día volvía a vivir. Y ya el encierro no me importaba. Había aprendido que gozar sexualmente era verdaderamente ser libre.
Fue tal mi cambio que hasta me replanteé la vuelta a la “normalidad”, esa que tanto se necesitaba pero, sin embargo, yo era feliz ahí, en el auto, dando todo lo que una mujer podía dar y sin pensar en consecuencias.
El tiempo pasó, y con eso la posibilidad de innovar. Ahí se volvió a plantear el dilema… por qué no sumar nuevas opciones si en definitiva, la idea era pasarla bien. Hay un gran tabú, pero no sólo aplica a las mujeres; los hombres muchas veces son reacios a sumar accesorios, como si eso los convirtiera en menos hombres. ¿Por qué tendemos a creer que podemos llegar a parecer mujeres más fáciles por el simple motivo de sumar nuevos elementos que provoquen placer a la pareja? Aprendí que no. O al menos para mí ya nunca más será así. Sí, soy mujer y me gusta disfrutar del sexo. ¿Merezco una letra escarlata por eso?
Descubrí que existían muchos métodos de placer y que podía pasarlo bien con ello. Nadie va por la vida contando lo que hace en su vida privada. Solo yo lo sabía y con eso me bastaba.
Pero, siempre, como en todo, una voz siniestra dentro de mi cabeza cada tanto me decía: Tu libertad sexual va a provocar que ya nadie te tome en serio. ¿Alguien tendría una relación formal con una mujer así?
Aprendí términos como squirt, por ejemplo, algo que la mayoría de las mujeres decentes seguramente no deberían ni saber que existen. Pero cuando decidís que el placer es tan importante como respirar, poco importa lo “políticamente” correcto.
Hoy sé que la libertad sexual es mucho más que mostrarse perfecta para el otro. Que de nada sirve que no se noten las imperfecciones como la panza, la celulitis o esos defectos que –por tratar de que no se vean- generan que se pierda la posibilidad de sentir, con todos los sentidos. Además, no somos ni seremos «chicas de tapa».
Si bien me quedaron pendientes algunas materias, hoy tengo la certeza de que las voy a cursar y aprobar, con la nota más alta que pueda. Pero esa nota es para mí, siempre para mí. Si soy una mujer fácil, porque adoro sumar nuevos condimentos a una relación sexual, bienvenido sea.
El día que empecemos a creer que la libertad sexual va mucho más allá de eso, de lo que piense el otro, seguramente habremos ganado más que una simple batalla. Tanto hombres como mujeres. Voy por eso. Y si no me seguís, probablemente no me quedaría otra que fingir que la estoy pasando bien. Y, después de esta nueva libertad, sabemos que eso jamás volverá a suceder.