Hay algo que no permite que avancemos. O, cuando comenzamos a dar unos pasos al frente, enseguida nos obligamos a retroceder. Me obligo a dar marcha atrás para pensar. Pero espero que esta vez salga algo positivo: Nunca diseñes tu vida sobre un futuro incierto.
Siempre fui de programar cada detalle; desde una salida hasta un encuentro con amigos o mi cita perfecta. Y por alguna extraña razón cuando el momento finalmente llega, sucede todo lo contrario. Cuando era más chica esto se convertía en motivo de frustración pero ahora hasta aprendí a reírme de ello. Puedo hacer culto de mis fracasos en las relaciones interpersonales.
Hoy, si conozco a alguien que parece coincidir con mi manera de ser, tengo que proponerme no planear nada. Algo tan simple pero que me cuesta tanto…Que las cosas vayan sucediendo y sorprenderme con cada avance. De lo contrario, sé que aparece el malvado paredón que siempre insistió en colocarse frente a mí para que rebotara uno y mil veces.
De tanto alejarme e intentar que las cosas no lleguen a afectar mis emociones, fui convirtiéndome en alguien que no era. Algunos “ex candidatos” por suerte se animaron y plantearon -después de algunas citas- que hay algo que hago internamente que logra alejarlos. Es como una distancia que descoloca. Que no pudieron descubrir si yo la había pasado bien o quería irme y nunca más hablar con ellos.Y las veces que me dijeron esto, entendí que era así. Ese es mi problema. Me acerco demasiado y, por alguna razón de inseguridad, voy construyendo el mismo paredón que antes me golpeaba pero ahora para que me rescate.


































