Hay algo que no permite que avancemos. O, cuando comenzamos a dar unos pasos al frente, enseguida nos obligamos a retroceder. Me obligo a dar marcha atrás para pensar. Pero espero que esta vez salga algo positivo: Nunca diseñes tu vida sobre un futuro incierto.
Siempre fui de programar cada detalle; desde una salida hasta un encuentro con amigos o mi cita perfecta. Y por alguna extraña razón cuando el momento finalmente llega, sucede todo lo contrario. Cuando era más chica esto se convertía en motivo de frustración pero ahora hasta aprendí a reírme de ello. Puedo hacer culto de mis fracasos en las relaciones interpersonales.
Hoy, si conozco a alguien que parece coincidir con mi manera de ser, tengo que proponerme no planear nada. Algo tan simple pero que me cuesta tanto…Que las cosas vayan sucediendo y sorprenderme con cada avance. De lo contrario, sé que aparece el malvado paredón que siempre insistió en colocarse frente a mí para que rebotara uno y mil veces.
De tanto alejarme e intentar que las cosas no lleguen a afectar mis emociones, fui convirtiéndome en alguien que no era. Algunos “ex candidatos” por suerte se animaron y plantearon -después de algunas citas- que hay algo que hago internamente que logra alejarlos. Es como una distancia que descoloca. Que no pudieron descubrir si yo la había pasado bien o quería irme y nunca más hablar con ellos.Y las veces que me dijeron esto, entendí que era así. Ese es mi problema. Me acerco demasiado y, por alguna razón de inseguridad, voy construyendo el mismo paredón que antes me golpeaba pero ahora para que me rescate.
Qué manera más extraña de alejar a la gente. Yo, que hablo del miedo y lo grave que es temer, todavía no puedo superar esta situación. Y, a pesar de estar en un momento que me hace feliz, de a poco voy alejándome y buscando todo tipo de artilugios para que no me hablen más.
Una vez, Julio Cortázar contó que él amaba salir y reunirse con diferentes personas pero que por alguna razón en un momento de la noche se preguntaba qué estaba haciendo ahí si en el sillón de su casa, con un whisky, era inmensamente feliz en soledad. Alguna vez me pasó eso. En realidad, casi siempre. En un momento creo que no hay nada más seguro que mi lugar, donde nadie puede invadirme, en todo el sentido de la palabra.
Como ya me tomo las cosas con mucho humor, agradezco la sinceridad y que me digan que hay algo en mi personalidad que no les cierra. Incluso voy a apostar más: Así soy. No pienso modificar nada de mi esencia. Si eso te aleja, te deseo un buen viaje. No voy a cambiar, primeramente, porque no creo que sea fácil y después porque pretendo que me quieras como soy.
Si no te aceptan como sos que no lo hagan. No tenés porqué ser alguien ajeno; hacer cosas que no te identifican sólo para que te acepten. Sólo tomo lo positivo y la próxima vez voy a estar más atenta a las oportunidades de la vida pero ya ni se me cruza por la cabeza cambiar eso que tanto me hizo crecer. Lamentablemente es lo que soy.
Es verdad que suelo aburrirme mucho de las personas y aquellos que siguen en mi vida es porque a lo mejor superaron una barrera imaginaria pero me ganaron parte del corazón. Me jacto de amar la intelectualidad de las personas y a veces el humor y la humildad pueden más. Sin prejuicios, pero me gustaría que me acompañes y no nos cuestionemos nada. Bah… duermo del lado izquierdo de la cama. ¡Eso no se negocia!
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