Manuel Belgrano lo llamó con suma admiración y respeto el hijo de la patria, un tipo introspectivo, de pocas palabras, amante de la filosofía, creador de la guerra psicológica con más 700 espías, concertista de guitarra, hasta incluso diseñador de indumentaria… ¿Ya sabés de quién estoy hablando?
Yapeyú, era un asentamiento jesuítico, donde se encontraba la mejor escuela de música y también una fábrica de instrumentos, pero con la expulsión de los jesuitas de la región, esta ciudad empezó a decaer y para administrar los restos que quedaban enviaron a Juan de San Martín para que se instale allí con su familia, y un 25 de febrero de 1778, nació…. José Francisco de San Martín Matorras.
Durante los años de vida de San Martín, históricamente transcurría el período del Clasicismo y luego el Romanticismo, contemporáneo al iluminismo, la revolución francesa, Rousseau y el contrato social, la revolución industrial en Inglaterra, los daguerrotipos, retratos similares a los que son las fotografías de hoy, las obras del compositor Rossini (el barbero de Sevilla, Guillermo Tell que la overtura es el soundtrack de El Llanero Solitario”), los textos de Víctor Hugo, Balzac ¿Sabías por ejemplo que con estos últimos tres San Martín se juntaba a la tarde a charlar y tomar café? Si, así como lo lees, en 1830, se muda a París, cumpliendo un sueño ya que el admiraba la cultura francesa, y unos años antes, cuando gobernaban los reyes borbones, primos de Fernando VII no le habían permitido la entrada por considerarlo peligroso subversivo latinoamericano, en esta etapa conoce al banquero español Alejandro Aguado, empresario de la Ópera de París. Gracias a él participa de encuentros junto a estos grandes personajes culturales. Un día le agradece a su amigo que se los haya presentado y Aguado le hace una corrección:
-No te confundas, ellos te querían conocer.-
San Martín tenía a su vez un espíritu renacentista, en él estaba esa cuestión de querer saber de todo, hablaba varios idiomas, guaraní, italiano, francés, inglés. Fanático de la lectura, en 1821 funda la Biblioteca Nacional de Lima, según sus palabras una biblioteca es “uno de los medios más eficaces para poner en circulación los valores intelectuales”.
Algunos historiadores lo definen como “empático”. En una carta a un amigo, San Martín escribe que estaba estudiando griego y descubre una palabra muy linda, empatía, que significaba ponerse en lugar del otro.
El cruce a Chile fue un hecho destacable en su historia. Diseñó desde el uniforme, hasta un trabajo de espionaje un año antes, y en este caso el rol de las mujeres fue esencial. Ellas fueron las que trabajaron en el país trasandino recolectando información, logrando engañar a las guardias quienes se instalaron en cuatro de los diez posibles cruces, y nadie pasó por donde ellos los esperaban. Se sabía que el cruce iba a ser largo y tedioso, pero tenían a una figura como San Martín al lado que también les hacía de cajita musical, de radio ambulante, ¿Cómo? Descartada la opción de llevar un piano, cabe recordar que Don José era concertista de guitarra, viajaba con sus partituras a cuesta; tocaba virtuosamente sinfonías de Beethoven (el cruce fue en 1817 y hasta ese momento Ludwig había escrito seis de sus nueve sinfonías) pero también fue un difusor de las danzas nacionales y les enseñó a sus tropas el Pericón, y el Cuándo, entre otras.
Con Belgrano tuvo un solo encuentro en 1814 en Yatasto, pero tuvieron una amistad muy significativa a través de cartas. Juntos coincidían y creían que para América, la mejor forma de gobierno, era una monarquía parlamentaria donde aparecía la figura de un primer ministro, con una política económica liberal pero con una fuerte participación del Estado en la regulación, protegiendo los productos nacionales.
En 1824 San Martín decide irse de Buenos Aires a Francia con la intención de volver en algún momento. Por diversas situaciones no pudo, una de ellas fue porque durante la Presidencia de Rivadavia era considerado enemigo, recordemos que San Martín participó del derrocamiento del Primer Triunvirato (1811-1812) donde Rivadavia era integrante, siendo Ministro de Hacienda y Gobierno, luego, Ministro de Guerra.
Además, su delicado estado de salud le impide volver y sus últimos dos años transcurren en Boulogne Sur Mer, en un departamento alquilado, en un tercer piso, eso sí, en planta baja de ese edificio, estaba la biblioteca pública, y el dueño lo invita precisamente a vivir ahí para que pueda disponer libremente del material. La intención estuvo, pero una ceguera lo afectó y la lectura fue abandonada.
El 17 de agosto de 1850, a las tres de la tarde el reloj de la sala se detuvo,San Martín había dejado de existir. Un mes después se enteraron en la Buenos Aires, gobernada por Rosas, quien pide la repatriación del cuerpo, respetando la voluntad del general. En el medio es derrocado por los unitarios quienes cortaron el trámite. Recién en 1877, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, se crea la Comisión Central de Repatriación de los Restos del general San Martín y el cuerpo llegó a la Argentina el 28 de mayo de 1880.
Todos los 17 de agosto recordamos la muerte de San Martín, pero ¿por qué recordamos a todos los próceres el día de su muerte? Por una tradición masónica, (San Martín de hecho era masón) que entendían que el nacimiento no indicaba todo lo que una persona había hecho, como el fin de su vida, y vaya que hizo cosas este hombre… entre tantas nos dejó de regalo la frase: Seamos libres y lo demás no importa nada.
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