O cómo la gente se divertía con baguettes y masajeadores de espalda
En los últimos años ha quedado claro que jugar no solo es cosa de niños pues desde 2017, la industria de juguetes sexuales crece anualmente cerca del 30%. Es fácil darse cuenta de eso aun sin saber números y estadísticas porque basta con entrar a un sex shop para descubrir mil y un maneras para pasar un rato placentero, ya sea solos o acompañados.
Nadie en la antigua Grecia, el antiguo Egipto ni mucho menos en el lejano Oriente se hubiera imaginado que del aceite de oliva, las baguettes de pan, una caja con abejas, los párpados de cabras o de espantapájaros con ropa femenina, pasaríamos a una industria tan diversa y divertida; pero nosotros no nos quedamos atrás porque tampoco imaginamos el origen extraño –y bizarro– de algunos de los juguetes sexuales más populares.
El cuerpo es un elemento que ha estado presente a lo largo de toda la humanidad. Las civilizaciones antiguas esculpían pequeñas figuras femeninas con labios vaginales y vulvas de tamaños exagerados y desproporcionados; hombres con grandes falos, y no sólo eso, sino también falos de diversos tamaños y materiales, como madera, hueso, piedra y tela. Las formas fálicas más antiguas de las que se tiene registro hasta el día de hoy datan del 29,000 a.C. y eran talladas en roca por neandertales de la región Jura de Suabia, al sudoeste de Alemania; sin embargo, no se sabe con certeza si eran usadas en rituales y ceremonias relacionados con la fertilidad o eran empleadas como juguetes.
Muchos años más tarde, surgió una civilización falocéntrica por excelencia: la griega. En algunas comedias de Aristófanes como Lisístrata se hacen bromas y chistes alrededor del pene.

Además, en el drama satírico, la sexualidad se muestra exacerbada ya que los actores de estas representaciones tenían como parte de su vestuario falos erectos de cuero. Pero el dildo más revolucionario de la época y 100% amigable con el medio ambiente fue el de pan. Se cree que este juguete biodegradable fue creado por una panadera que amasaba mientras pensaba en la masturbación y finalmente una cosa llevó a la otra…Si bien esta escena puede resultar irreal, es importante recordar que para los griegos las relaciones sexuales consistían principalmente en la penetración, además de que las mujeres solían estar mucho tiempo solas, especialmente cuando sus esposos estaban en guerra.
El descubrimiento de estas prácticas tan peculiares fue realizado por el profesor griego Alexander Oikonomides cuando en la década de 1980 descubrió la inscripción olisbokollix (ὀλισβοκόλλιξ) formada por las palabras griegas kollix, baguette, y olisbos, dildo. Posteriormente se descubrió la palabra en un diccionario del siglo V a.C. Algunas cerámicas griegas del mismo siglo también muestran representaciones pictóricas del olisbokollix, en una de ellas se puede observar a una mujer desnuda con un gran dildo de pan.
Aunque este invento griego resulta hilarante y fuera de serie, fue en Asia donde la industria de los juguetes sexuales antiguos tuvo gran auge. Se tiene registro de muchos de los artículos que conocemos hoy, como los dildos dobles; los anillos peneanos fabricados con párpados de cabras que aún tenían pestañas para más placer, o las bolas chinas, cuya historia es incierta. Algunos señalan que fueron inventadas en Japón y que eran pequeñas bolas de metal rellenas de mercurio utilizadas por los hombres para aumentar su placer durante el acto sexual. Otras versiones señalan que eran huecas, de modo que al chocar entre sí producían un sonido similar al de las campanas de Birmania. También se ha referido que podían contener semen de animales.
Además de todos estos juguetes, en China, los espejos comenzaron a ser complementos sexuales cuando la esposa del emperador Tai Tsung pidió que se colocaran espejos de cuerpo completo alrededor de su cama.
A pesar de que ya se habían creado y se utilizaban varios artículos para la estimulación genital y algunos objetos cotidianos ya eran complementos sexuales, recién en el 1800 surgieron las dames de voyage o “damas de viaje”, figuras humanas de tamaño natural vestidas con ropa de mujer. Fueron utilizadas por los marinos que pasaban mucho tiempo en alta mar y lejos de mujeres. Algunas eran fabricadas con manojos de paja, como los espantapájaros, mientras que otras más elaboradas eran de cuero o tela.

Ha circulado ampliamente la versión de que Hitler creó las muñecas inflables para evitar las sífilis entre los soldados nazis. No obstante, varios estudiosos del tema señalan que esta versión es apócrifa, de modo que podríamos considerar a las dames de voyage como las precursoras de las muñecas inflables. Pero desde la segunda mitad del siglo XX, en Alemania se distribuyeron las Lilli Dolls, unas muñecas que venían en dos tamaños, 19 y 30 cm, y fueron fabricadas a partir de la protagonista de una tira cómica con tintes eróticos que era publicada en el diario Bild. El precio de estas muñecas y la ropa que utilizaban sugieren que estaban dirigidas al público masculino; sin embargo, a partir de una Lilli Doll, Ruth Handler lanzó a la muy famosa Barbie al mercado.
Sin lugar a dudas, el vibrador es el juguete sexual por excelencia. Aunque circulan versiones no oficiales que consideran a Cleopatra como precursora del vibrador al colocarse cerca de sus genitales una caja con abejas, de modo que el zumbido de estas producía un efecto vibratorio, la historia oficial de su origen está lejos del erotismo que envuelve a otros de los artículos que encontramos en las sex shops.
El vibrador surgió en el campo de la medicina en 1870 como una terapia para estimular los nervios de los pacientes del médico Joseph Mortimer Granville, su inventor, quienes padecían dolores musculares, laringitis, sinusitis e incluso se recomendaba colocarlo en el vientre de los bebés para aliviar sus cólicos. Pero ¿funcionaba? Hasta hoy no existe evidencia científica que garantice su eficacia en todos esos casos. También, el origen del vibrador ha sido relacionado con el tratamiento de la “histeria femenina”; si bien uno de sus tratamientos era la masturbación, esta fue diagnosticada y tratada décadas después de que el vibrador fuese creado y patentado.
A comienzos del siglo XX su uso se extendió en el mercado estadounidense cuando Hamilton Beach lanzó al mercado el primer masajeador eléctrico. Como su función era aliviar diversos malestares que podrían aquejar a varios miembros de la familia, este producto se encontraba en la sección de electrodomésticos de las grandes tiendas departamentales. Además estaba lejos del tabú, ya que era publicitado en catálogos y páginas de diarios.
Desafortunadamente, su éxito se vino en picada cuando la Asociación Médica Americana aseguró que este producto era un engaño, ya que no ayudaba a la cura de muchas de las molestias para las cuales se recomendaba.
En medio de esta crisis, algunos de los vendedores decidieron salir adelante cambiando el discurso y asociándolo al placer y el sexo. Finalmente, en la década de 1960, con la revolución sexual, el vibrador volvió a ganar su antigua popularidad y no solo eso, sino que poco a poco se ha ido desprendiendo de la clásica forma de falo para jugar con otras formas que buscan estimular el punto G, variados tamaños, diferentes texturas y velocidades de vibración.
Es claro que a lo largo de nuestra historia como humanidad, no importa el tiempo ni el lugar, todas las civilizaciones han compartido algo en común: el deseo de jugar y encontrar el placer en los objetos más cotidianos (o no) de su época. Con todo este bagaje y en medio de una industria de juguetes con una oferta que sigue creciendo, es imposible no tener un juego o un juguete favorito. ¿Vos ya encontraste el tuyo?

































