«Enviar una carta es una excelente manera de trasladarse a otra parte sin mover nada, salvo el corazón». Petronio
La comunicación fue teniendo diversos momentos a lo largo de la historia; partiendo desde el lenguaje, pasando por la escritura y llegando a la actualidad donde, con un emoji o sticker, interpretamos el mensaje del receptor.
Lo cierto es que hay medios que permanecen y otros que, van quedando en el tiempo.
La carta o epístola, si bien no es un método de llegar al otro muy utilizado en la actualidad, tuvo su momento de esplendor donde, con ansiedad esperabas que la persona a quien enviaste la misma, leyera tus palabras, aquello que contabas, que había sucedido o aquella petición que habías realizado y, así también, la ansiedad de que le respuesta llegara a la brevedad.
La práctica epistolar lleva más de cinco mil años de historia. Atossa, reina persa fue la primera en escribir una carta a mano pero, al no contar con los materiales necesarios; las hojas de árboles y la tinta de las cortezas, eran lo más práctico para escribir aquello que se quería.
Pero la carta sellada, como la conocemos en la actualidad, nace en el reinado de Victoria, en Reino Unido, en 1840. Antes de esto, las cartas eran entregadas por el mensajero y, el receptor de la carta, tenía que pagar el costo dependiendo la cantidad de páginas y distancia recorrida. De esta forma, fue Reino Unido quien introdujo el primer servicio de entrega postal.
Pero más allá de sus orígenes, la carta tiene múltiples formas de redactarse, teniendo en cuenta el uso del lenguaje coloquial o así también, el carácter serio e institucional.
La carta, fue un medio muy utilizado a lo largo del tiempo, acortó distancias, evitó inconvenientes o quizá, produjo tragedias rompiendo corazones.
Debido a la tecnología, las cartas escritas a mano fueron perdiendo su lugar en el mundo y, si bien se continúan utilizando en algunos casos, quizá de una forma más institucional, lo sustituimos por un mensaje en Whatsapp o un correo por Gmail.
Es posible que con la llegada de la tecnología a nuestras vidas, la esencia de las palabras se perdió en gran medida.
Escribir una carta da impresión de espontaneidad. El momento de escribir y enviar así tal como está, con tus palabras, tu formalidad o tu lenguaje coloquial, puede generar que el receptor te interprete de la forma que querés que lo haga, probablemente con tu voz en su cabeza. Esto se debe a que, al escribir a mano, solemos explayarnos sin realizar correcciones o reescribir para ver si suena mejor una expresión u otra.
En la actualidad, las redes pueden quitarle gran valor a la espontaneidad. Escribimos algo, lo releemos, no nos parece correcto, lo borramos, lo volvemos a escribir. En muchos casos, si no tenemos ganas de hablar recurrimos a gifs, stickers o emojis; libertad de interpretación para quien lo vea.
¿La ausencia de las cartas podrían llevar a restarle el valor a la comunicación?
Debido a que estamos en permanente contacto con las personas que conocemos, sin importar donde vivan, podemos mantener conversaciones de manera más recurrente. Sabemos que con un simple “Hola” encontramos una respuesta inmediata del otro lado. Pero esto puede restarle importancia al diálogo.
Cuando el uso de la carta era frecuente, la demora de la respuesta era extensa, por ello la ansiedad que nos generaba el saber del otro, era alta. Cuando estamos ansiosos por algo queremos que eso pase, que el momento llegue, esto lleva a que le demos un alto valor, muchas veces emocional, a la circunstancia. Hoy en día, con la facilidad de la mensajería instantánea, tendemos a restarle importancia o valor emocional a las palabras de alguien, ya que con la frecuencia del diálogo, sabemos que podemos enterarnos de su vida de forma rápida.
¿Podríamos considerar la acción de escribir una carta, en la actualidad , como un acto de rebelión?
La frecuencia de la redacción a mano disminuyó altamente. Volver a comunicarnos a través de cartas podría llevarnos a frenar el tiempo, darle valor a las emociones, pedir perdón, expresar dolor, angustia, amor, felicidad a través de palabras. Poder transmitir a través de cada letra, la sensación; el temblor de la mano al escribir, el nerviosismo, el dolor, la felicidad.
La forma de escribir, transmite lo que somos, lo que pensamos, como nos sentimos. Crear un mundo entre el que emite las palabras y quien las recibe. No dejar perder la magia de las cartas escritas a mano, puede ser un acto revolucionario.
¿Y si la rebelión comenzara por enviar una carta?, ¿lo harías?