En 2006, el presidente de los Estados Unidos era George W. Bush. El mundo todavía no había visto al Imperio Americano elegir a un presidente descendiente de afroamericanos.
Durante el 2006 la gente se comunicaba, mayormente, vía SMS. Ya existía Facebook, pero era un fenómeno eminentemente local. El concepto red social se utilizaba, todavía, para designar a una cadena de contactos humanos que se comunicaban de manera personal.
Los teléfonos portátiles, en 2006, hacían cosas muy sencillas. Servían para mandar SMS, algunos incluían la opción de enviar fotos, y los usábamos para… ¡hablar por teléfono!
Para que tu celular pudiera usar el sistema Android todavía faltaban dos años, y las pantallas táctiles estaban aún en etapa de experimentación.
No teníamos, ni por casualidad, televisores inteligentes. No podíamos ver Netflix. El WI Fi no era aún omnipresente.
En 2006 vislumbrábamos un mundo desconocido y diferente, y ese fue el año en que Daniel Craig se convirtió en el más famoso de los agentes.

James Bond era encarnado por un rubio, muy rubio, de ojos celestes y cara de ruso. Daniel Craig fue recibido con mucha resistencia por parte de los fieles de la saga más longeva de la historia del cine de masas. Tenía 38 años y era prácticamente un desconocido. Con malas expectativas se estrenó Casino Royal, y Daniel Craig se convirtió en un actor icónico del día a la noche.
El Bond de Craig tenía la particularidad de que podía matarte de un botellazo, estar todo sucio y con la ropa rota. No era el dandy que había encarnado Moore y Brosnan, después. No era un tipo simpático como Lazemby, ni un macho alfa, como Connery. Bastante más similar al que anticipó Dalton, Craig fue un combo de rudeza, sensibilidad, violencia, astucia y practicidad.
Tanto en Casino Royal, como en las que le siguieron (Quantum of Solace, Skyfall, Spectre), el Bond de Daniel trabajó siempre codo a codo con una mujer. Las mujeres de Craig no fueron floreros decorativos. Todas fueron hembras poderosas, decididas y enfocadas. Una le rompió el corazón, (Vesper, en la piel de Eva Green). Otra lo reparó (Madeleine, por Léa Seudoux). En medio de ambas, dos luchadoras francas, representadas por Olga Kurylenko (Camille) y por Bérénice Marlohe (Séverine).
A Craig lo acompañaron tres villanos memorables: Le Chiffre, por Mads Mikkelsen, Raoul Silva/ Tiago Rodríguez, interpretado por Javier Bardem y Ernst Stavro Blofeld, en la piel del sutilísimo Christoph Waltz.
Daniel Craig fue subordinado de Judi Dench que, como M, lidió en tres películas de cuatro con él. La sucedió Ralph Fiennes, que encarnó a un M mucho más activo y audaz que a lo que toda la saga de Bond nos acostumbró.
El Q de Craig no ofrecía artefactos graciosos para las misiones de James Bond. Ben Whishaw encarnó a un genio informático, y casi todo lo resuelvía con un teléfono portátil, una tablet, o una computadora de escritorio.
La Miss Moneypenny de Naomie Harris no sólo no es rubia. Es negra. Y no es una mujer de escritorio. Moneypenny pelea. Fue una aliada intrépida y para nada histérica de un Bond del tercer milenio que, como tal, vió a la mujer no sólo como a un trofeo al que llevar a la cama o a una enemiga a la que hay que matar.
Daniel Craig se convirtió en el James Bond más taquillero y el más perdurable. Cada una de sus películas rompió el récord de venta de entradas anterior. Durante quince años el traje de Bond fue el de Craig, que también es el actor mejor pago (varias veces, muchas veces, millonario fue su último contrato para desempeñar el rol).
A pesar de los probados éxitos, la saga de Bond, bajo la era Craig, estuvo a punto de desaparecer. Cuando MGM (Metro Goldwyn Mayers) se declaró en quiebra, un asunto legal de derechos puso en riesgo la continuidad de la saga del Agente 007.
Finalmente eso se resolvió, y en 2012, para el aniversario número 50 de James Bond, en cines se estrenó Skyfall.
La era de Craig marcó el logro de los primeros dos premios Oscar que recibieron las películas de James Bond. El tema de Adele primero, y el de Sam Smith después, se llevaron al muchacho dorado.
Todo eso pasó desde 2006 hasta hoy. En el medio, la pandemia del 2020 retrasó un estreno que, ya de por sí, venía con atraso. Finalmente, el 30 de septiembre del 2021 se estrena No time to die.
Daniel Craig todavía y hasta hoy es James Bond. Pero esta historia terminó. Una era culmina en la vida de James Bond, en la del actor, y en la de todos los que, por él, nos hicimos miembros de la logia de admiradores del Agente 007.
Con Craig cambió Bond. Y en estos quince años, cambió todo. Cambió el mundo. También, por supuesto, cambié yo.

































