La civilización, toda la civilización, lleva milenios maldiciendo la personificación de una idea particular. Y la idea que es perseguida y execrada es, puntualmente, la idea que más deberíamos venerar.
¿Desde cuándo saber está mal? ¿Por qué razón preguntar, dudar y confrontar es algo que debemos condenar?
Existe una cierta duplicidad ante lo que planteo acá: nadie te va a decir jamás, de manera directa, que dejes de estudiar. Sin embargo, el doble mensaje es tan evidente que hasta tiene su consagración. La sacralidad de esta doble moral está documentada. Y lo voy a probar.
«Mas del árbol de ciencia del bien y del mal no comerás de él; porque el día que de él comieres, morirás», dice El Señor, en Génesis 2, versículo 17. Y casi en seguida, aparece la pérfida Serpiente…
«La serpiente era más astuta que todos los animales salvajes que el SEÑOR Dios había hecho, así que le preguntó a la mujer:
—¿Es cierto que Dios les dijo que no coman de ningún árbol del jardín?
Y la mujer le respondió:
—Podemos comer los frutos de los árboles del jardín. Pero Dios nos dijo “No deben comer frutos del árbol que está en medio del jardín, ni siquiera tocarlo porque si lo hacen morirán”.
Entonces la serpiente le dijo a la mujer:
—Con seguridad no morirán. Incluso Dios sabe que cuando ustedes coman de ese árbol, comprenderán todo mejor; serán como Dios porque podrán diferenciar entre el bien y el mal».
Este diálogo tantas veces referido está en Génesis 3, versículos 1 al 5. Allí, quien abre la posibilidad de acceso al conocimiento es presentado como un ser que siembra la duda ante una voz única. (Las voces únicas siempre me asustan).
Más tarde, aparece el nombre maldecido en todo su esplendor. Es en el libro de Isaías 14, versículo 13, que por vez primera se lo nombra…
«¡Cómo caíste del cielo, oh Lucifer, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones».
El mejor de los hijos de Dios se reveló. Quiso ser libre, decidir por sí mismo, y por ello se lo condenó.
Hoy leo y escucho el término «luciferino». Algunos, lo dicen como un insulto. Otros, como una reivindicación. Otra vez, hay que ir a la definición. ¿Qué quiere decir Lucifer?
Lucifer es un término derivado del latín lux (luz) y de fero (llevar). Lucifer es quien lleva la luz, portador de luz, dador de luz. Luz es, a su vez, una forma poética para referirse al conocimiento, al saber. Lucifer, que ilumina, acerca el conocimiento.
La humanidad siempre se maravilló con la luz. Y la luz en la oscuridad brilla aún más. Es por ello que la estrella más brillante es la más admirada. Ya en la Antigüedad dos planetas fueron elevados a la categoría de dioses celestes por iluminar la oscuridad: el brillo de Júpiter y Venus les valieron el nombre de Lucero. Uno seguía brillando en ese instante en el que la Luna ya no está y el Sol no termina de asomar. El otro, cuando el Sol ya partió y la Luna no ilumina todavía.
La astrología romana mantuvo este concepto, dando inicio a la denominación de «Lucero de la Mañana».
¿Cuántas veces pensamos, sentimos o escuchamos que el momento más oscuro de la noche es el instante previo a la salida del Sol? Ese momento, de completa desolación (desolación quiere decir «sin Sol»), la más pequeña luz (el Lucero de la Mañana) nos puede ayudar a conservar la esperanza. Y saber que a cada noche sigue un día sin lugar a dudas nos mantiene iluminados en medio de la peor de las oscuridades. Saber, otra vez, es sinónimo de Iluminación.
«La serpiente decía la verdad; era el árbol del conocimiento. Era el árbol de la vida; la vida también; ¿dónde está, entonces, el mal?», se pregunta Lord Byron en Caín. Y también me lo pregunto yo…
Pero me pregunto más: ¿de verdad condenan la idea de Iluminar que, con su nombre, personifica Lucifer?
Como decir de frente «no estudies, no aprendas, no preguntes, no confrontes» es demasiado brutal, no nos lo van a decir jamás. Van a adoptar un comportamiento peor: lo van a sugerir, de modo poético y difuso. Pero, casi al final, cuando estás a punto de terminar la lectura de un texto que, hasta Lutero, muy pocos podían leer y consultar, Juan te dirá:
«Y conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres».
¿Sabían que el versículo 32 del libro 8 de Juan está en la entrada del edificio de la CIA?
El tema es claro: la verdad es un secreto. Poseer el secreto de otros te hace poderoso. Cuando los secretos salen a la luz, el poder deja de ser de unos pocos y pasa a ser de todos.
¡Por eso nadie te quiere, Lucifer! No sos socio de la oscuridad y te enfrentás al poder unilateral… Te convertís en enemigo de dictadores, entonces te llaman Satanás. Y no van a dejar de condenarte, jamás.