Además, un resumen de la historia por la cual se empezó a usar la batuta
La función básica de un director de orquesta es marcar el pulso de la música. Imaginen una persona sin latidos ¿Vive? En música pasa lo mismo. Son esos latidos que marcamos inconscientemente con el pie o con las manos al escuchar una canción.
En su mano hábil el director sostiene un elemento que funciona como extensión del brazo; una batuta. Según la ubicación del instrumento en el escenario, hay algunos que están demasiado lejos del director, y se dificulta ver las manos del mismo. Visualmente, a la hora de ser dirigido esto ayuda mucho. Los coros tienen otra forma de agruparse al momento de cantar y las manos de quien dirige son suficientes.
No importa si es un director de orquesta o de coros, la técnica de dirección es similar. Con un mano se va contando los tiempos, por ejemplo: 1, 2, 3 si es un vals; 1,2,3,4 en el caso general de las canciones de rock o pop. Con la otra mano puede indicar el momento exacto donde los instrumentistas o cantantes deban comenzar a tocar, es decir les da su entrada. Además, esta persona parada de espaldas al público con sus gestos indica a los instrumentistas si la música debe sonar forte o piano, es decir fuerte o suave; rápido o lento. Este sería el nivel básico a la hora de dirigir. Hay una curiosidad: el músico de orquesta, ya sea un violinista, un flautista, cual sea tiene su atención fija en la batuta. En cambio, el cantante de coro, mira las manos, pero, sobre todo, su atención también está en los ojos del director.
La frase “quién tiene la batuta” tiene su origen en la orquesta e indica quien es el líder. En un coro o en una orquesta, hay tantos criterios musicales para el abordaje de una obra como músicos presentes. Pero el resultado final debe ser uno sólo, y para seleccionar los criterios de interpretación se encuentra el director. A su vez, dos momentos críticos, la ejecución de un tema musical son el inicio y el final. Con un solo gesto, un mínimo movimiento se marca el click; el punto exacto donde comienza a sonar una obra. Este momento se marca con la batuta, pero no siempre fue así. Una terrible historia acompaña la decisión de comenzar a usar esta pequeña extensión del brazo.
Un caso con perfume francés
Siempre la historia deja un anecdotario enorme de hechos y frases puntuales, que por tomar una cierta magnitud en su contexto trascienden a lo largo de los años. Por ejemplo, al Rey Luis XIV de Francia se le atribuye la frase “El Estado soy yo”, dado que el pretendía que todas sus propuestas sean aceptadas sin ningún cuestionamiento. Durante su reinado la cultura francesa se vistió de fiesta. Aparecieron como protagonistas la moda, los peluqueros, los perfumes. Estos últimos no eran muy queridos por Luis XIV. Decía que le causaban migrañas, pero esta industria comenzó a buscar soluciones ante los aromas ambientales igualmente para la ropa de cama y prendas de vestir debido a que no se podían lavar a diario.
Este Rey era amante de las fiestas por lo cual durante su mandato se encargó la creación de un sistema de iluminación fija en las calles de París. Su función era alumbrar la vuelta a casa de los más trasnochadores. El Palacio de Versalles, capaz de albergar 20.000 personas, fue elegido como lugar de celebraciones y grandes fiestas de la época patrocinadas por este Rey. Ya desde el primer día que Luis XIV decidió mudarse al Palacio organizó una fiesta que duró 7 días.
No puede haber fiestas sin música
Francia e Italia siempre fueron rivales en términos de producción de obras culturales. Cuando las óperas italianas quisieron expandirse en público pidieron autorización para ser actuadas en París. Los franceses les dijeron que no había ningún problema, pero sólo iban prestar las instalaciones de un teatro y las obras debían ser cantadas en lenguaje del país galo.
Durante el siglo XVII las cortes acostumbraban a contratar un maestro de capilla. Este cargo era ocupado por un músico reconocido quién era el encargado de gestionar la música de las misas o eventos de la corte. Para asumir este puesto se debía contar con una vasta experiencia y habilidades entre las cuales se encontraba -con carácter excluyente- ser compositor. Además, esta persona debía contar con una formación de director de coro y orquesta.
En 1652 el Luis XIV contrató a Giovanni Battista Lulli, quien ocultó su nacionalidad italiana y cambió su nombre por Jean-Baptiste Lully. Este nuevo maestro era violinista, director y bailarín. Esta última cualidad atrajo mucho al rey ya que adoraba los ballets.
Accidente en escena
En un momento dado el Rey Luis XIV había tenido problemas de salud graves y le costó bastante tiempo recuperarse. Cuando pudo hacerlo, Lully quiso celebrar este suceso componiendo un Te-deum, (A ti Dios), un canto tradicional cristiano tradicional de acción de gracias.
En ese momento el director de orquesta no contaba con una batuta tal como la conocemos hoy en día. Actualmente esas “varitas mágicas” son palillos cortos los cuales vienen de varios tamaños y modelos, pero siempre son pequeñas. La razón por la cual se comenzó con la utilización de estos modelos tal cual los conocemos ahora es por seguridad del director. Sí, para resguardar su salud e integridad física.
A la hora de dirigir una obra Lully tenía una pesada barra de hierro, alta, similar a un bastón. Con esta herramienta golpeaba con el suelo marcando el pulso de la música haciendo un ruido realmente molesto hasta para el público. Es entonces cuando en un momento durante la ejecución de la obra, la muerte golpea la puerta del compositor y éste se da con la barra de hierro en uno de sus pies. Las condiciones de higiene de la época y del Palacio de Versalles no era una de las más esperables, según nuestros estándares de hoy en día. La herida se le infectó a los días siguientes, y a pesar de que la pierna del compositor y director fue amputada, la infección se generalizó y Lully murió a los tres meses.
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