Querido Sendra, estas pocas palabras son para decirte algo que ya sabés: tenés razón. Si, las mujeres hablamos de hombres, cuando nos gustan los hombres; hablamos de mujeres, cuando nos gustan las mujeres. También hablamos de mujeres y de hombres, cuando nos gustan ambos.
Las mujeres hablamos del cuerpo, de menstruación, de contracturas, de acidez estomacal, de lo mal que descansamos la noche anterior acorde a la era de maldormidas a la que pertenecemos todas.
Las mujeres hablamos de belleza, de cómo se supone que deberíamos lucir según los estereotipos que nos atraviesan, de nuestra convicción o imposibilidad de enfrentarlos, de lo incómodo que es caminar todo el día arriba de unos tacos, o de nuestra última decisión de dejar de someternos a la tortura de la cera caliente. Si, también hablamos de eso.
Sin embargo, ninguno de esos diálogos les impedía hablar a esos hombres que ocupaban el 100% de las sillas de los directorios de negocio, de inversiones, de normativa regulatoria, de capacidad instalada, de política sanitaria, de seguridad aeroportuaria, de nanotecnología, de desarrollo, de producción, de exportaciones, de tendencias del mercado… Ni de un millón de temas más.
Te tengo una noticia, Sendra querido, nosotras -las mujeres- también hablamos de todo eso. Y además incorporamos a la charla tópicos como sustentabilidad, cuidado medioambiental, economía circular, distribución de la riqueza, diversidad más allá de nuestro propio ombligo, derechos de cuidado (¿Sabés lo que son? Bueno, quizás podrías googlear un poco, te sorprendería lo importante que resultan para construir sociedades más justas). Y también hablamos de un millón de temas más. Si, si. Increíble, ¿no?


































