-Señora… ¿por qué dice eso? ¡Es sólo una calavera de acero quirúrgico!
-¡Es el símbolo de la muerte, querida!
-Pero, señora… Todos la tenemos debajo de la cara, ¡y nos acompaña a todos lados!
-¡Ni lo menciones, querida!… ¡NI LO DIGAS!”.
Ese diálogo ocurrió, no es producto de mi imaginación. Sucedió entre una señora mayor y mi amiga, la dueña del anillo del horror, en un viaje de micro de media distancia. Cuando mi amiga me lo contó, nos reímos las dos. Sin embargo, la anécdota me dejó pensando.
El cráneo humano lleva milenios provocando reacciones diversas y, a veces, muy extremas. A lo largo del tiempo, y al rededor de todo el planeta, las historias asumen aspectos siniestros, luminosos, filosóficos, mágicos, terroríficos, profundos o elevados.
El monólogo más famoso de la historia del teatro universal la tiene de coprotagonista. Hamlet la enfrenta y le formula la pregunta más profunda y abismal que un hombre puede formular: “¿Ser, o no ser?”. Dicho con la maestría de la pluma de Shakespeare suena un poco más suave. La pregunta, expresada de modo más brutal, quiere responder a una enorme duda existencial: ¿Tiene sentido seguir viviendo en un mundo de traición y dolor tan maloliente como esta Dinamarca podrida?
De Inglaterra, William Shakespeare y su Hamlet, salto a España, Mariano José de Larra y sus “Las Calaveras”…
“Todos tenemos algo de «calaveras», más o menos. ¿Quién no hace locuras y disparates alguna vez en su vida? ¿Quién no ha hecho versos, quién no ha creído en alguna mujer, quién no se ha dado malos ratos algún día por ella, quién no ha prestado dinero, quién no lo ha debido, quién no ha abandonado alguna cosa que le importase por otra que le gustase? ¿Quién no se casa, en fin?… Todos lo somos; pero así como no se llama locos sino a aquellos cuya locura no está en armonía con la de los más, así sólo se llama «calaveras» a aquellos cuya serie de acciones continuadas son diferentes de las que los otros tuvieran en iguales casos”.
Larra, en dos artículos que llevan el mismo título, se explaya con gusto y gracia en todas las categorías a las que “un” calavera puede pertenecer. “¡Calavera no chilla!”, decíamos en Argentina. Si te gusta vivir la vida hasta al fondo, y te sale mal, no te podés quejar. Pero… Es importante señalarlo: calavera cambia de género. No es igual en este caso, y no será la última vez que calavera será “hombre” o “mujer”.
“(…) confieso que no encuentro qué relación puede existir entre un “calavera” y una “calavera”. ¡Cuánto exceso de vida no supone el primero! ¡Cuánta ausencia de ella no supone la segunda! Si se quiere decir que hay un punto de similitud entre el vacío del uno y de la otra, no tardaremos en demostrar que es un error. Aun concediendo que las cabezas se dividan en vacías y en llenas, y que la ausencia del talento y del juicio se refiera a la primera clase, espero que por mi artículo se convencerá cualquiera de que para pocas cosas se necesita más talento y buen juicio que para ser “calavera”, dice Larra antes de lanzarse en una clasificación de “los” calaveras de todos los tiempos. Y comparto su confusión. ¿Por qué designar a los que aman vivir en libertad con la imagen que, por fuerza, nos remite a la falta de vida? ¿O es la calavera la representación de la inmortalidad? De hecho… nuestros huesos, que nacieron con nosotros en la panza de Mamá, nos van a sobrevivir, por mucho, mucho, tiempo más del que podremos disfrutar.
Calavera Cristiana
La Calavera va a sobrevivir a la Muerte, como Cristo Crucificado, Muerto, y Resucitado. ¿Sabés dónde fue que Cristo Jesús fue crucificado? ¿Dónde murió? En el Monte Calvario. Que se llamaba Golgota, que significa “del cráneo”, cuyo nombre deriva de orígenes distintos, pero todos dicen lo mismo. Si tomamos la palabra griega golgotha, nos enteramos que viene del término arameo gulgalta, que quiere decir calavera. En cambio, si tomamos el término hebreo gulgoleth, veremos que esta variante se refiere a un montículo o colina de cima redondeada, semejante a… sí, ¡a una calavera! Por eso, conocemos el lugar de la muerte de Cristo con la denominación más popular de Calvario, que significa calavera pelada. Si, además, consideramos que uno de los montes más famosos de la historia era un lugar destinado a la ejecución de condenados, no es para sorprenderse pensar que el sitio estaría lleno de calaveras. Un lugar donde la Muerte reinaba.
Sin dejar la Biblia como fuente de consulta, avanzamos y llegamos al libro final: El Apocalipsis de Juan. Allí, en medio de un texto cifrado, la Muerte reina y viene a caballo: “Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira. Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra”.
Si el texto contenido en el capítulo 6 del Libro de la Revelación, versículos 7 y 8, no les “mete miedo”, nada lo hará. Mis respetos a ustedes, ¡lectores valientes!
Sin embargo, la Muerte siempre asusta, y tal vez por ello se la venera, para tenerla de nuestro lado, para que nos trate bien en el momento de dejar esta tierra y mostrar, al fin, la calavera.
Llegó el Señor La Muerte
El culto a La Muerte tiene también distintos orígenes y distintos nombres. Según sea el país del que hablemos, el culto asumirá rasgos particulares y referencias diversas. Para empezar, voy a iniciar con la A… De Argentina.
La veneración a San La Muerte se expande por América del Sur, con especial interés en Paraguay, el sur de Brasil y el noroeste argentino. Pero todas las fuentes coinciden en lo mismo: lo más cercano a la verdad es que el culto se inició en Santa Ana de las Guacarás, en la actual provincia de Corrientes, donde las misiones jesuíticas, mercedarias y franciscanas tuvieron a su cargo la tarea de la evangelización de la comunidad indígena guaraní. Los jesuitas, como solía ocurrir, terminaron por ser echados por el Vaticano. Su misión, abandonada, fue arrasada. Pero los indígenas, nuevos creyentes cristianos, rescataron un tríptico en el que estaba representada la muerte, con una figura esquelética. En su todavía escasa y endeble formación religiosa, los guaraníes creyeron que era otra representación de Cristo, o un santo. Comenzaron a representarlo, tallado o dibujado, y le agregaron una capa: había nacido San La Muerte.
Otra versión atribuye el origen del santo esqueleto a la figura del hijo de un cacique, que se caracterizaba por su capacidad de juicio justo. Y la tercera variante se vincula con la primera, pero esta vez, La Muerte no sería la representación de la persona de Cristo, sino de un sacerdote jesuita que, en tiempos de la expulsión, decidió quedarse y empezó a socorrer a los indígenas con sus saberes en medicina. Los guaraníes lo consideraron una especie de chamán, brujo, mago, al que le debían muchos milagros.
En verdad, cualquiera de las tres versiones puede ser cierta, o tal vez lo sean las tres. Pero no quiero continuar sin dejar de señalar que el prototipo del jesuita es bastante homologable a la figura de San La Muerte. Como la Compañía de Jesús, más conocida como Orden Jesuita, es una entidad fundada por un militar, se caracterizó por tener entre sus filas a hombres delgados, bastante altos, vestidos de sobrio negro. Habitualmente, al esqueleto venerado sus creyentes lo cubren con un manto negro. Ustedes pueden decidir ahora cuál de las tres opciones es la que prefieran rescatar.
Dentro de nuestro territorio nacional, al santo pagano se lo llama también Señor de la Humildad y la Paciencia, y bajo esta denominación se lo representa sentado, o en cuclillas, con la calavera inclinada en la posición de orante sobre sus manos esqueléticas. Esta imagen se origina, como indican muchas fuentes, en el sincretismo que se produjo entre la representación de la muerte y la figura del Cristo Orante en el Monte de los Olivos.
El culto, que en principio quedó restringido al norte de nuestro país y al sur de los países limítrofes, a partir de 1960 comenzó a descender, llegando a tener fuerte presencia en la provincia de Santa Fe y de toda Buenos Aires: provincia y ciudad.
La figura del esqueleto asume distintas representaciones, y todas expresan ideas interesantes. Como vimos, sentado y orando refiere a la humildad y la santa paciencia, a la que se llega mediante la reflexión que busca el conocimiento y la sabiduría. De pie comunica la idea, o la energía, del justiciero o el vengador. Si lleva en su mano no lleva nada, su culto se acerca a las creencias católicas, si, en cambio, porta una guadaña, La Muerte manifiesta una idea escandalosa para cualquier representante del cristianismo en general, y del catolicismo en particular: el Señor La Muerte tiene igualdad ante Dios.
El ser un esqueleto manifiesta otra igualdad: todos los hombres vamos a morir, y en sus huesos no habrá diferencia. Por la misma razón la calavera es utilizada por el Heavy Metal. Pero el Señor La Muerte nos saca ventaja. El no tiene carne ya, no siente nada, y no desea nada más.
La calavera del Señor La Muerte nos mira con mirada roja, como roja es la sangre que nos hermana a toda la especie humana, y sonríe, con la sonrisa que se alcanza cuando se tiene el conocimiento eterno sobre la vida, y la muerte.
A veces, su capa cambia de color en la representación. Puede ser negra, o puede ser blanca, y también roja. El color nos va a indicar el tipo de energía que el Señor La Muerte deberá emplear para cumplir el pedido que reciba de sus fieles devotos.
El Señor La Muerte a veces se sienta en un trono, porque representa a un rey, cuya vinculación sincrética remite al Exú Tata Caveira, de origen africanista.
Como verán, desde hace unas líneas no escribo San, y digo Señor. La variante se relaciona con el sesgo que el rito asume según sincretismos e intenciones en los pedidos. Algunos, no tienen nada de santos.
Si subimos en el continente, nos encontramos con varias variantes más. Y es México la que tiene la más popular.
Fiesta de Día de los Muertos
“Nuestro culto a la muerte es culto a la vida”, dijo una vez Octavio Paz. Y muchos sabrán que la celebración del Día de los Muertos, en México, es una celebración extremadamente alegre, y muy espectacular. De hecho, los productores de la saga cinematográfica de James Bond eligieron ese contexto de fiesta para la escena inicial de Spectra.
La celebración de la Muerte, en México, también tiene orígenes diversos. Si nos focalizamos en las raíces mayas, el culto a la Muerte se vincula al dios Ah Puch, Rey del Xibalbá, el Inframundo. Pero si ponemos atención en la cultura azteca, nos encontramos con que la Muerte puede ser hombre o mujer, porque celebrándola se venera a Mictlantecuhtl y Mictecacihuatl, dios y diosa de la Muerte, de la Oscuridad y del Mictlán (región de los muertos).
Mictlantecuhtl, el dios, asume un rol más vengador, y la diosa Mictecacihuatl, es más compasiva. ¿Qué se le pide a ella, a La Buena Muerte? Se le ruega morir en amistad con Dios, y en paz.
La Buena Muerte, en México, ocupa un lugar de destaque en las artes. Y es gracias a la obra de José Guadalupe Posada, con su grabado “La Calavera Garbancera”, que surgió la popular Catrina, ese esqueletito conqueto vestido de dama antigua, con sombrero, flores, y muy colorida. Más tarde, Diego Rivera pintó su mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, en el que la Catrina, esa calavera simpática y femenina, aparece otra vez.
Además, cada 2 de noviembre, el Día de los Muertos, los niños en las escuelas tienen una tarea creativa: escribir calaveritas. Las calaveritas son una especie de rimas satíricas que no se leen tan solo en las aulas. Con ellas muchos mexicanos se expresan en medio del festejo, comiendo dulces “panes de muerto”.
Si bien, como vimos, la celebración mexicana de la Muerte es algo muy antiguo, fue en 2003 cuando UNESCO (Naciones Unidas por la Educación, la Ciencia y la Cultura) condecoró al Día de los Muertos de México con el título “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”, catalogándolo como “una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, y como una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas del país”.
La Santa Muerte y el Narcotráfico
Todo muy alegre en México, hasta aquí, pero el tiempo y el narcotráfico avanzó, y La Buena Muerte mostró una calavera mucho más siniestra, aterradora.
Una cosa es celebrar el Día de Muertos. Otra es rendirle culto al Señor de la Buena Muerte, a San Justo Nuestro Señor de la Muerte, a la Santa o Santísima Muerte.
Desde la década de 1990 en México el culto se popularizó y gozó de mayor libertad para ser practicado, pero fue bajo el gobierno de Carlos Salina de Gortari, el 15 de agosto de 2003, cuando David Romo Guillén obtuvo la personería jurídica para su Iglesia Católica Apostólica Tradicional MEX-USA, y comenzó oficialmente el culto a la Santa Muerte.
Sin embargo, esto duró menos de dos años.
El 29 de abril 2005 el Estado canceló el registro de culto, porque “desvía gravemente los fines establecidos en los estatutos de la ley de Asociaciones Religiosas y Cultos Públicos de México”.
La declaración oficial del Estado mexicano no sonó descabellada cuando, unos años después, en 2012, el líder religioso del culto a la Santa Muerte fue condenado a 66 años de prisión, por los delitos de robo, secuestro y extorsión. Fue también en 2012 que, en Sonora, al norte de México, se encontraron los cuerpos de una mujer y dos niños sacrificados en honor a la Santa Muerte.
Su Santidad, Francisco, durante su visita al país en 2016, se manifestó dura y claramente contra este culto macabro.
Pero hay una realidad que ni el Papa ni todo el Vaticano pueden ignorar: la pobreza creciente y el poder del narcotráfico hicieron que la veneración al Señor de la Santa Muerte prosperara como el comercio de cocaína. Suple necesidades de personas desesperadas.
De este modo, La Muerte asume su naturaleza iconográfica dual: la Catrina se erigió como Virgen de los Olvidados, manifestando compasión femenina. Nuestro Señor de la Santa Muerte, es un ser tenebroso y vengador, al que se le pide larga vida, castigo para el enemigo y venganza.
El hombre pobre y débil de alma, desesperado en un mundo que lo condena a la falta de trabajo y al hambre, termina empleado por el Capo Narco. Entre vivir cada día muerto de hambre, o morir con dinero por traficar cocaína, prefiere jugarse la vida y delinquir. El miedo a las balas de las fuerzas de seguridad, o a las de los miembros del cartel enemigo, lo lleva a pedir para sobrevivir, o a rogar para que el adversario sea el que caiga. Y si tuvo que matar, pide misericordia para morir en paz.
Los milagros del Señor La Muerte son muy caros
Tanto El Señor La Muerte de Sudamérica como la Santa Muerte azteca no son “santos” cuyos milagros sean baratos.
Si te concede la gracia de tener una vida larga, cuentan los que saben que La Muerte se lo va a cobrar llevándose a alguien de tu familia, a quien quieras mucho, en tu lugar.
Este santo pagano también ejerce como abogado de criminales (por eso a veces se lo representa llevando una balanza) y defensor en el juego de azar y en los negocios dudosos. No sé ustedes… Pero yo no lo querría molestar…
Nicaragua, Bailón y una canción
Nicaragua tiene una variante más. Allí, a La Muerte se la asoció con San Pascual, también llamado Pascualito Rey y San Pascual Bailón, cuya veneración también llegaba al Estado mexicano de Chiapas, y fue prohibida por la Santa Inquisición. Como dijimos ya otra vez, el culto a La Muerte es bastante longevo.
A La Santa Muerte le falta un nombre más: La Flaca. ¿Oyeron por casualidad la canción del grupo español Jarabe de Palo?
“En la vida conocí mujer igual a la flaca.
Coral negro de la Habana, ¡tremendísima mulata!
Cien libras de piel y hueso, cuarenta kilos de salsa.
Y en la cara dos soles que sin palabras hablan.
Que sin palabras hablan.
La flaca duerme de día, dice que así el hambre engaña
Y cuando cae la noche baja a bailar a la tasca.
Y bailar y bailar, y tomar y tomar.
Una cerveza tras otra, pero ella nunca engorda.
¡Pero ella nunca engorda!
Por un beso de la flaca daría lo que fuera
Por un beso de ella, aunque sólo uno fuera…”
Y con La Flaca nos vamos pa’ la Habana, Cuba.
La Muerte en Cuba
En la isla caribeña el culto a La Muerte recibe otro nombre: Muerterismo, o Regla Muertera. Y el sincretismo es mucho más cercano al africanismo que al culto cristiano.
Los mestizos, los mulatos y los negros descendientes de los esclavos africanos que llegaron en los barcos, le rinden culto a sus muertos, al “Muerto Africano”, y la celebración es de tinte espiritista, asociada con lo que se conoce como Espiritismo de Cordón, el Vudú Bantú (que llega desde Haití)y con las Reglas de Osha y de la Conga de Palo. De Palo, como Jarabe…
Parte del ritual son las ofrendas, que se presentan en receptáculos llamados Nganga, o Prenda. En ellos se mezcla tierra sagrada, palos y restos humanos.
Regalos para el Señor La Muerte
Las ofrendas al Señor la Muerte son muchas y se las hacen en todos los sitios en los que se lo venera. Están las que se cuentan, y las que nadie quiere reconocer. A La Muerte se le regalan golosinas, bebidas alcohólicas, cigarros de tabaco… y de marihuana. Se le ofrecen flores, especialmente rosas, y sangre… animal y humana.
Para que los amuletos de San La Muerte, o del Señor La Muerte, te protejan, deben estar bendecidos. Como ningún sacerdote católico los bendecirá jamás, los fieles del esqueleto van a misa y, cuando el sacerdote da la bendición a todos los presentes y a sus estampitas, los creyentes de La Muerte elevan sus estampas y sus estatuillas para que también la reciban.
Las estatuitas que más poderosas son, dicen sus devotos, están talladas en huesos humanos. Y si los huesos son de bebé, ¡muchísimo mejor!
Otros Festejos
No solo se celebra a La Muerte el dos de noviembre, Día de los Muertos. Otras fechas en las que los seguidores del esqueleto festejan y hacen sus ofrendas y rituales son el Viernes Santo (conmemoración de la muerte de Cristo), el quince y el veinte de agosto. Cercanos a estas jornadas, lo mismo que en Halloween, conviene cuidar a las mascotas blancas y negras. Son las preferidas para hacer ofrendas.
La Muerte en el Oráculo
La Muerte es también un arcano del Tarot. El más temido, y el peor interpretado. La aparición de La Muerte en una tirada de cartas marca algo que terminó, y que no tiene vuelta atrás. Pero no significa necesariamente una muerte física. La mayoría de las veces indica algo que ya no será más. Es una era que se deja atrás y otra que va a comenzar. Como la muerte de Cristo, que dividió en dos a la Historia de la Humanidad.
La Muerte vive en la Montaña Serpiente y monta en motocicleta
En las tardes de mi infancia, allá por la década del `80, a la pantalla de la televisión llegó una versión muy diferente de la calavera sonriente. El éxito de la serie animada He-Man fue, indudablemente, debido al villano de la historia: Skeletor.
Desde su trono en la Montaña Serpiente, esta Calavera cubierta con capucha y cetro con cabeza de macho cabrío no asustaba a los niños, por el contrario: los fascinaba. Su risa macabra y sus maldades que, en todos los capítulos, fracasaban, hicieron que muchos perdiéramos para siempre el miedo a la representación histórica de la muerte.
Cuando Johnny Blaze se enoja, se prende fuego. Su cabeza se transforma en un cráneo pelado envuelto en llamas. Desde que pactó con el Diablo anda muy enojado. Johnny se convirtió en un tipo exitoso, y bastante peligroso. Se equivocó, y ya no puede arreglarlo. Entonces, se le acabó la paciencia, y no tolera la injusticia y la maldad. Por eso, monta en su motocicleta y sale a hacer justicia por mano propia, proclamando ante el mal de la humanidad que “ya no tiene piedad”. ¿Cómo no sentirse identificado con Blaze en un mundo en el que cada vez las cosas están peor?
Parte Johnny en su moto, sembrando muerte y destrucción. Es una forma moderna del caballo amarillo del Libro de la Revelación.
La Calavera en la Letras Inglesas
George Gordon, Lord Byron, eligió utilizar como vaso a un cráneo humano, e inmortalizó su macabra elección en sus ‘Versos grabados en una copa hecha con un cráneo’. En ellos, él celebra la vida, disfruta del vino, librando a la calavera de albergar gusanos y degradación. La bebida, en cambio, es vida. Y guardar ese contenido es, a su juicio, un destino mejor.
Lord Byron, que era bastante calavera, me regresó a Inglaterra, y a sus letras. Vuelve a mi mente Hamlet y su calavera… Recuerdo que hace unos años, caminando por las calles de Buenos Aires, un pequeño letrerito en un poste de luz llamó mi atención: “Algo huele mal en Dinamerka”. El texto de Shakespeare estaba actualizado a los tiempos del narcotráfico.
El monólogo del príncipe Hamlet me remite otra vez al miedo atávico que provocó la calavera del anillo en esa señora mayor que viajaba en micro.
Más Terrible que La Muerte
Tal vez, enfrentar las cuencas vacías de una calavera es hacer frente a una mirada inexistente, que nos atraviesa y nos obliga a reconocernos mortales, imperfectos y llenos de inseguridades. Es ver sin máscaras, sin maquillaje y sin carne lo que somos en realidad. La calavera es un espejo espectral que nos obliga a hundirnos, a través de esos ojos que no están, en la profundidad infinita de nuestra alma, de nuestro inconsciente, de nuestra más oculta verdad. Más terrible que La Muerte es nuestra propia maldad.
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