El miedo es una de las sensaciones más paralizantes que existen. Si bien existen varios tipos, hay uno especial: el miedo a no ser lo suficientemente bueno en algo.
A finales del siglo XVIII, aparece el público en el moderno sentido del término y, a su vez, la expresión “opinión pública”. Esta última fue la encargada de destrozar las ilusiones de Serguéi Rajmáninov, un talentoso compositor ruso de principios del siglo XX.
En 1908, cuando este músico tenía 35 años, estrenó su primera sinfonía, a la cual había puesto mucha dedicación y años de trabajo. Para ella le encarga la dirección del estreno a otro ruso reconocido de aquella época, Gluznov. Este hombre fue probablemente el responsable del temprano fracaso de Rajmáninov. Según testimonios de los presentes, este sujeto se paró frente a la orquesta en estado de ebriedad absoluta. La crítica no tardó en destrozar esta obra. La decepción del joven Rajmáninov fue tan grande que no pudo volver a componer una sola obra más; incluso llegó al extremo de decidir retirarse de la composición.
Pero cuando todo parecía perdido, un buen día, conoce al doctor Dahl: neurólogo, psicólogo y psiquiatra con una afición por el violonchelo. Este hombre es quien intenta ayudarlo a través la hipnosis. Durante tres meses, Rajmáninov asistió diariamente a la casa de este psiquiatra. Y aquí hay dos teorías sobre qué pudo haber ayudado al tratamiento: una de ellas está relacionada con el amor y la pasión que sentía el psiquiatra por la música; la otra dice que, en realidad, el compositor se había enamorado de la hija del psiquiatra y, por eso, iba todos los días.
Luego de este tratamiento, el músico vuelve a componer y crea su Concierto para piano N.º 1, dedicado a su psiquiatra.
Rajmáninov murió en 1939, y su primera sinfonía, causante de la falta de inspiración, fue encontrada y reestrenada en 1945. Pero, esta vez, el público aplaudió de pie.
El miedo al fracaso está envuelto en una paradoja. Por no fracasar, no se intenta, incluso sabiendo que el verdadero fracaso es quedarse quieto.

Usted no califica
Generalmente, cuando se habla de la música, se habla de genios, de personas iluminadas que por arte magia sacan de sus galeras melodías exitosas. Pocas veces se hace mención a la realidad de que, en algunos casos, han vivenciado la frustración y experimentado la sensación de ver sus sueños desmoronarse.
El compositor italiano Giuseppe Verdi, a la edad de 19 años, intentó entrar al conservatorio de Milán. Le dijeron que no tenía el nivel adecuado para ingresar.
Este joven que fue rechazado, años más tarde, compuso la famosa ópera Rigoletto con su aún más popular aria «La donna è mobile». Apoyó el movimiento italiano del Risorgimiento, y algunas de sus composiciones se hicieron en coros, actos y marchas. Su popularidad fue tan alta que llegó a ser diputado y senador de Italia.
En 1901, cuando fallece Verdi, el conservatorio que rechazó su ingreso es renombrado «conservatorio de música Giuseppe Verdi de Milán».

































